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La forma en que tratas a tu madre es la forma en que la vida te tratará.

 

Una madre es el corazón del amor. Ella es la vida misma. Nadie te amará como ella lo hace. Así que no la juzgues demasiado rápido.

¿Alguna vez realmente te has sentado con ella y la has escuchado? Escuchaste sus historias, sus recuerdos, su vida antes de que llegaras tú?

Probablemente nunca te contó todas las cosas por las que pasó. Las luchas silenciosas. El dolor que guardaba para ella misma. Las cicatrices que todavía lleva, las que aún duelen cuando los viejos recuerdos vuelven.

Tal vez tuvo una infancia dura. Tal vez sus días de juventud eran solitarios o llenos de gente que no la trataba bien. Y sin embargo, ella guardó todo eso dentro. No para ocultarlo, sino para protegerte. Ella no quería que su dolor se convirtiera en tu carga.

El silencio se convirtió en su manera de lidiar con él. Un escudo tranquilo.

Así que honrarla. Sé amable con ella. Atesórala. Ella no es solo tu madre, es una bendición que no puedes reemplazar.

La forma en que la tratas volverá a ti algún día. Si la tratas con amor, el mundo te devolverá ese amor.

Madre solo hay una. Si no la valoras ahora, puede que te arrepentirás más tarde. Y cuando lleguen esas noches de insomnio, no será su voz consolándote. Será el peso de tu propia culpa, las cosas que no dijiste, el tiempo que no hiciste y el dolor de saber que es demasiado tarde.

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