Hay maridos que llevan su teléfono a todas partes: a la cama, al baño, al sillón, a la mesa… Pero cuando su esposa les habla, parece que el mundo entero se detiene, que las palabras se pierden en un silencio que duele. No es que no escuchen, es que no quieren escuchar.
Si un mensaje de WhatsApp tiene más prioridad que la persona que compartes tu vida, algo en el corazón se está apagando. La atención no es solo mirar, es sentir, es estar presente con el alma, con cada latido. Porque cuando dejas de prestar atención, esa llama del amor comienza a apagarse lentamente.
No se trata de prohibir el celular, sino de recordar que en ese pequeño dispositivo no hay nada que valga más que el abrazo, la mirada, las palabras sinceras de quien te ama. Porque cuando ella se canse de hablarle a un muro, otro sí le responderá… y quizás esa respuesta sea la despedida de quien realmente la amaba.
¿Hasta cuándo permitiremos que la tecnología robe lo más valioso? El amor requiere presencia, dedicación, y sobre todo, un corazón dispuesto a escuchar.
Porque lo que realmente importa no cabe en una pantalla. Lo que llena el alma, lo que construye un hogar, es esa conexión genuina que solo se alimenta con tiempo, atención y amor verdadero.
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