“El matrimonio tiene un precio alto…”
Y no es el de la boda.
Es el precio de ceder, de negociar, de amar incluso cuando no se tiene ganas.
El matrimonio no es para quien quiere tener siempre la razón.
Ni para quien se niega a pedir perdón.
Ni para quien piensa que el amor es suficiente sin esfuerzo.
Porque no, no basta con amarse.
Hay que respetarse en los desacuerdos, cuidarse en la rutina, elegirse en las tormentas.
No te cases si no sabes renunciar a tu ego.
Si te cuesta compartir tu espacio, tu tiempo, tus decisiones.
No te cases si tu plan de vida sólo gira en torno a ti.
Porque el matrimonio, el verdadero, te confronta.
Te muestra tus carencias emocionales.
Te obliga a crecer o te deja atrás.
Amar a alguien en pareja implica aprender a ser dos… sin dejar de ser tú.
Y eso requiere paciencia, trabajo diario, sacrificios mutuos… y muchas conversaciones incómodas.
El matrimonio es hermoso, sí.
Pero sólo si ambos están dispuestos a pagar el precio.
No con dinero… sino con humildad, empatía y compromiso.

0 Comentarios